miércoles, 23 de septiembre de 2020

Las ventajas de un corazón roto

Las luces del semáforo están brillando, el sol sigue brillando y el calor, a pesar de ser otoño, sigue siendo sofocante como el primer día de verano. Las personas no se detienen, todos hacen lo que tienen que hacer, pero ¿Por qué yo estoy así?

Las noches siguen siendo brillantes aún sin ti y antes de que me de cuenta esta estación habrá acabo y pasará a convertirse en primavera, todo sigue su curso, pero ¿Qué esta mal conmigo? ¿Para que estoy viviendo?

Otra vez, hoy tengo muchas cosas qué hacer: lavar los platos, limpiar mi habitación, poner en orden mi escritorio, trabajar en línea, actualizar la tienda, terminar de pintar el closet, escribir de nuevo e incluso ver a Lety, mi terapeuta. Todo lo hago de manera mecánica, sin un sólo pensamiento complicado en mi cabeza, solo sigo las cosas que se supone debería hacer. 

De alguna manera estoy agradecida, las pequeñas tareas que alguna vez deje a un lado son ahora las que guían a mi roto ser, porqué en el momento en que mi mano abandonó la tuya, esta fue remplazada por la mano del tiempo. Me encontré hojeando El Extranjero de Albert Camus que había comenzando y jamás continuado. Quizá, esos son los beneficios de un corazón roto. 

No te preocupes, como puedes ver estoy realmente ocupada, siempre lo he estado, pero ahora mi agenda y pizarrón están totalmente llenos, retomaré el bordado, retomaré la fotografía y todo aquello que tenía arrumbado, así que solo preocúpate por ser feliz. Y muchas gracias, por darme una tarea más para realizar, trabajar en mí misma. 

Me acuesto en mí cama y veo el celular, fácilmente he visto todos los chistes y las noticias del día, pasan las horas y sigo moviendo el dedo indice hacia arriba, quisiera detenerme, pero parece un mal que no me puedo quitar. 

Escucho el teléfono sonar, pero no importa quién sea, ya hice planes para ocuparme, hasta me ofrezco para hacer las compras con tal de salir y estar absorta en caminar, seleccionar y pagar. 

Son más de las 01:00 am, a estas horas solíamos dormir y despedirnos, pero poco a poco el sueño me fue venciendo o ¿O tal vez era ya desde antes se veía venir esto?  

El fin de semana antes de nuestro segundo aniversario, me llene de compromisos, veré a mi dos mejores amigas, me hartare de comer, platicar y ser social como me recomienda Lety. Tendré un vida ocupada, estoy agradecida, ha pasado un tiempo desde la última vez que la tuve. Será un día agitado, inestable como yo, pero aún si los gasto de esta manera, siempre falta algo. 

¿Es tiempo o es el sentimiento? Mañana será exactamente igual a hoy, honestamente, tengo miedo, porque no importa lo mucho que trate de llenarlo, mi corazón sigue vacío. Aún así trato de convencerme a mí misma, no, lo sé, esto es pasajero, nadie muere de desamor ¿Estarás así también?

Espero que no. De verdad.



lunes, 12 de septiembre de 2016

Hizo del baño su nuevo hogar.

     Todos los día es lo mismo. Me levanto a las 5:00 a.m. para bañarme, apenas así logro despertarme. Me pongo ese uniforme azul descolorido que eligió el pedante de mi jefe. Desayuno algo rápido mientras escucho las mismas noticias. De vez en cuando pasa algo interesante, he de admitirlo, pero por lo general es más de lo mismo. Me burlo con mi madre (Que siempre me acompaña mientras desayuno) del presidente copetudo, cepillo mis dientes y recibo la bendición, su bendición llena de amor y protección. A pesar de que sea algo en lo que no creo, creo en el amor de la persona que me la da. 

     Cinco cuadras tengo que caminar para llegar a la parada del camión y me juego la vida cruzando esa carretera todas las mañanas. Parece que cuando me ven pasar los conductores le aceleran adrede para hacerme correr y sudar. Ni siquiera las mañanas son frescas, son tan sofocantes que no logro concentrarme en la música que sale a través de mis auriculares. 

     Por fin, después de 45 largos y eternos minutos y repetir un sin fin de veces chameleon de Herbie Hancock, parada y aferrada al poste que apenas alcanzo en este camión atascado de gente, por fin, logro llegar a mi destino. De nuevo tengo que cruzar una avenida bastante transitada, agarro a la viejita que trabaja en la tienda comercial más próxima a la parada, nos hicimos amigas en el camión, cruzamos juntas más rápido que el corre caminos huyendo del coyote y llegando al otro extremo me despido de ella deseándole suerte. Hace como una semana empezaron a construir una nueva agencia de carros cerca del trabajo, me chocan los albañiles y sus palabras baratas que no consiguen nada de lo que quieren que no sea rechazo y mero odio. Por fin llego al centro comercial, después de unas dos cuadras inmensas. Atravieso el centro, hago una parada en la fuente de sodas para comprarme mis emperador de chocolate que tanto me gustan y mi refresco preferido, la coca cola. 

      Por lo general me quedan libres 15 minutos antes de que la cortina suba y empecemos a atender a clientes que no saben que es una editorial y mucho menos que es el ISBN. Me escondo detrás de la isla de accesorios nacos para celular, así la gerente no me ve y no me obliga entrar antes (Nadie me paga esos minutos extras) y me dispongo a leer esos pocos minutos restantes unas cuantas paginas de mi libro en turno. Volaron los minutos y cuando levanto la vista mis compañeros como fieles corderos entran detrás de su pastor. Me levanto, triste y derrotada, no quiero entrar. 

      No hay de otra, tengo que entrar, necesito el dinero. Saco mis galletas y refresco de la bolsa y sin que nadie me vea, las escondo en el baño de empleados en la segunda planta. El cuarto de baño más chico que he visto en el mundo (Bueno que he conocido), fácil mide 1,30 x 2,30 de largo y al encender la luz un ruido espantoso comienza a llenar ese pequeño recoveco a causa de la ventilación artificial en el techo. Vuelvo a bajar, siempre olvido firmar mi tarjeta de entrada, subo de nuevo y empieza otra larga jornada. De las 10:00 a.m. a las 12:00 p.m. el tiempo vuela, literal, cuando menos nos damos cuenta ya falta menos para que mi trabajo de medio tiempo termine. Entonces comienza el hambre, un hambre que siento me perforará los intestinos. Mi jefe negrero tiene su oficina (otro recoveco) en la segunda planta donde yo (Desgraciadamente) laboro. Seguido no hay clientes y como no puede vernos sin hacer nada o respirar plácidamente, se levanta observa los estantes unos instantes y nos dice "Chicas, creo que tienen que reorganizar los libros de 1° a 6° de primaria, ya se esta vaciando y se nota. Recuerden que tienen que ordenar por materia, editorial y si pueden en orden alfabético, mejor. Si pueden hacerlo, ¿Verdad?", son incontables las veces que he soñado con decirle, hágalo usted si tanto le desagrada el orden que le dimos ayer. Todos los días nos hace moverlos, todos. Entonces baja a chingar digo checar a los cajeros y es cuando aprovecho para entrar al baño. Cierro la puerta con seguro, enciendo la luz (Es aquí cuando el ruido horroroso se convierte en mi mejor amigo), bajo la tapa de la taza y me siento. Entonces como por arte de magia ese pequeño recoveco se convierte en mi salvación, mi santuario, saco mis galletas y mi coca cola del paquete de rollos, donde escondo mis sagrados alimentos y me dispongo a comer plácidamente (rápidamente) mientras leo una copia del libro que agarre de la sección de clásicos, esos nunca sobran ni faltan. 

      Termine mis galletas, limpio las migajas, cuido de tirar mi basura sin que sea notorio y salgo como si nada.  El "señor" como le decimos los empleados cariñosamente, regreso de su recorrido de checar cualquier detalle. Volvemos a lo mismo, mover una caja de aquí, regresarla donde estaba y un sin fin de tareas que odiamos y son innecesarias pero es el jefe y todos queremos un aumento. Son las tres, cambio de turno. Por fin puedo bajar y salir de aquí, amo este lugar como cliente...pero como empleada puedo admitir que es una pesadilla, excepto ese pequeño recoveco, ese espacio me agrada y se que cuando siga mi camino, extrañare los minutos de dicha que paso al estar sentada ahí comiendo escondidas. Es broma.